Los vídeos de «usar y tirar» están implantándose en las principales redes sociales (excepto Twitter, pero démosle tiempo) y el público los está acogiendo de manera generalizada. Es cierto que los jóvenes de entre 13 y 24 años son los que más utilizan Snapchat, la pionera en este tipo de contenido, pero con su expansión a otras redes sociales, cada vez son más los adultos que se apuntan a esta tendencia, y las marcas deberían sacar partido de todo esto.
Esta aplicación, a pesar de ser archiconocida en el sector más joven, es una incomprensible novedad para el gran público. Y es que es difícil entender de dónde brota el atractivo de vídeos de 10 segundos como máximo y que desaparecen de la faz de la tierra tras 24 horas (a no ser que el autor se la descargue).
La aplicación tiene más funcionalidades, como mensajes directos (tanto de texto como de los propios snaps o vídeos) o eventos que reúnen todos los vídeos subidos en relación a un acto o suceso, pero lo que menos parece entender los no usuarios es la naturaleza en sí de estos vídeos. A decir verdad, puede parecerse en cierto sentido a Twitter. La extensión es limitada a un máximo de 10 segundos por vídeo (al igual que los 140 caractéres de Twitter), es una forma de mostrar tu opinión o lo que sucede a tu alrededor acerca de un tema concreto o simplemente de la vida del usuario, pero en lugar de formato texto como en twitter, de forma audiovisual, mucho más atractiva.
Sin embargo, el boom de Snapchat son sus filtros. Son el reclamo de los usuarios, el producto estrella. Porque aunque ofrezca otras herramientas como lápices de colores, texto, stikers… los reyes son los filtros en movimiento, que se adaptan a la cara del usuario, que le cambian la voz o que le intercambian la cara con el amigo que tenga al lado.
Las marcas empiezan a sacarle partido a la aplicación, pero no para utilizarla como un medio tradicional en el que mostrar sus campañas de publicidad, sino como refuerzo de la marca. Enseñan el trabajo diario en la oficina, los momentos de producción, eventos y sus invitados… Es una forma de enseñarle a sus seguidores el día a día de la marca de forma personal, mostrando todo el trabajo que hay detrás de cada movimiento de la marca, y la humaniza. Pasamos de pensar en la marca como un logo o producto, a pensar en ella como un equipo de personas que trabaja detrás de toda la imagen que ya conocemos.
Con el lanzamiento de Instagram Stories el 3 de agosto de este año, Facebook le plantaba cara a Snapchat e incluía en su interfaz una sección destinada a mostrar los vídeos cortos de sus usuarios. El revuelo en el público no pudo ser mayor, que en un principio no estaba muy convencido de la validez de la novedad por considerarla una copia de Snapchat. Sin embargo, parece que la «alarma» se ha disipado un poco y que el uso de Instagram Stories crece por momentos.
La idea es que, además de las imágenes que ya compartían, los usuarios suban como pequeños posts (también de un máximo de 10 segundos) de momentos de su día. Es mucho más informal que las imágenes y permiten transmitir mucho más. Y aunque aún no cuentan con filtros (que los usuarios reclaman día sí y día también), sí que da la posibilidad de pintar sobre la imagen o escribir sobre ella. En los últimos días, Instagram ha dado un paso más y ha añadido los Stories a su pestaña de «Descubre», lo que permite que los vídeos más populares puedan verse por cualquier usuario, sin necesidad de que accedan específicamente a tu perfil o te sigan.
En cuanto a marcas, el beneficio que han obtenido con el salto de estos vídeos desde Snapchat a Instagram es ampliar su público. Mientras que Snapchat está muy vinculada a un público joven, más bien adolescente, Instagram alcanza edades más adultas, acercándose a los 40 años. Es un salto generacional que permite a marcas más consolidadas, ofrecer un contenido más informal a sus seguidores, mostrándoles una parte de la marca que siempre ha estado oculta al público final, y además, sin coste.
Ya hemos comentado algunos de los beneficios que este nuevo formato aporta a las marcas, pero el hecho es que las mismas aplicaciones están abriéndole paso a la publicidad en sus plataformas. Tanto en Snapchat como en Instagram Stories, los vídeos de tus amigos se intercalan con anuncios publicitarios. Aunque en tu «lista de reproducción» de vídeos no aparezcan, en el momento de salto de los vídeos de un usuario a los del siguiente, la misma app te incluye un spot. Puedes saltártelo como si se tratara de cualquier otra publicación, pero el hecho es que están ahí.
Las marcas pueden sacar mucho partido a este tipo de plataformas porque recortan distancias con sus consumidores, pueden hacer campañas mucho más interactivas, que incluyan una participación activa y que tenga mucho más impacto e implicación, fidelizando mucho más a los seguidores. La clave estará en que sepan investigar a qué tipo de dinámicas responde mejor el público, y sacarles el máximo partido. Las redes sociales al fin y al cabo se basan en eso, en una comunicación bidireccional, en la que ambas partes se implican y generan vínculos más cercanos. Humanizar la marca de esta manera y acercarla al consumidor final puede generar un gran valor para las compañías, un intangible muy difícil de conseguir pero que medios como éstos facilitan mucho.
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