Nos resistimos a ser globales. Cuando todo el mundo pensaba que las nuevas tecnologías nos permitirían estar conectados con personas de todo el mundo y convertirnos en seres cosmopolitas, resulta que utilizamos Internet para quedar con nuestros amigos de siempre, ligar con personas con las que nos hemos cruzado por la calle y comprar cosas de segunda mano a nuestros vecinos…
Foto: Luis LuCheng
La revolución empieza en lo cercano y las redes sociales más que cambiar nuestra vida, nos la facilitan. Lo que hacíamos siempre ahora es más rápido, más sencillo y más divertido. Cuando lo contamos así, el discurso pierde un poco de grandilocuencia pero gana muchísimo en encanto.
Un pequeño repaso a nuestro día a día nos dice que la mayor parte de los servicios de comunicación online que hacemos están orientados al posicionamiento local. Que encuentren a nuestros clientes en el mapa, que se posicionen para búsquedas con Madrid, utilizamos hashtags ultralocales como #malasañamola y segmentamos la publicidad por ciudades…
Si en los noventa las webs se vendían con el argumento de que iba a tener una tienda abierta 24 horas para todo el mundo, lo cierto es que ahora la web es una herramienta tan ON como OFF. En las distancias cortas es cuando un negocio se la juega. Check-ins, reseñas y valoraciones son el pan nuestro de cada día.
Se da una paradoja y es que los procesos globales más potentes son los que se aplican en lo más íntimo y próximo. Todos hacemos lo mismo en todo el mundo, seguimos las mismas tendencias, pero las accionamos en nuestra cotidianidad con los nuestros y en nuestros rincones favoritos. Lo glocal es un proceso de resistencia de la cultura tribal con una continua resignificación de nuestra identidad, utilizando herramientas de comunicación globales. Esto es, el #selfie.
Analista de datos digitales especializado en social media en RTVE. Co-fundador de Concepto 05. Profesor de análisis y estrategia digital en Instituto Europeo de Diseño y EOI.